San Esteban de Gormaz es una villa que respira historia en cada rincón, un lugar donde el pasado se entrelaza con el presente de manera tan natural que, al pasear por sus calles, uno siente que el tiempo se detiene. Ubicada en el corazón de Castilla, esta localidad se ha ganado el prestigioso reconocimiento de Bien de Interés Cultural como Conjunto Histórico Artístico. Su esencia es la de un típico pueblo castellano, pero con una particularidad única: la fusión entre el legado cristiano y musulmán. Esta mezcla ha dado forma al urbanismo local, organizado alrededor de un recinto amurallado que es atravesado por la Calle Mayor, una arteria estrecha y larga, donde el tiempo parece haber quedado atrapado en las fachadas blasonadas y en las callejuelas que se pierden en un laberinto de patios y callejones.
La Calle Mayor de San Esteban de Gormaz es mucho más que una simple vía. Es el eje alrededor del cual gira la vida del pueblo, donde los antiguos blasones en las casas narran historias de poderosas familias que dejaron su huella en este lugar. Al caminar por esta calle, el visitante es transportado a siglos pasados, donde el bullicio de los mercados y las conversaciones en las tabernas eran testigos silenciosos del paso de la historia. Cada edificio cuenta un relato distinto: de batallas, de fe, de convivencia entre culturas. Los patios escondidos invitan a la exploración, y los callejones estrechos nos susurran secretos de un San Esteban que fue frontera entre dos mundos.
Uno de los vestigios más antiguos de la presencia humana en San Esteban de Gormaz son los grabados rupestres de la Cueva de las Salinas, un lugar enigmático que se erige como un testimonio de que esta tierra ha sido habitada desde tiempos inmemoriales. Estos primeros habitantes, cuyas vidas se entrelazaron con la naturaleza, dejaron sus marcas en las rocas, un eco de su existencia que nos conecta con el pasado. A lo largo de los siglos, la localidad fue escenario de una sucesión de culturas, desde los celtíberos, que forjaron su identidad en la Edad del Hierro, hasta los romanos, que dejaron una huella indeleble en su urbanismo y arquitectura. Sin embargo, fue durante la Reconquista cuando San Esteban de Gormaz adquirió una importancia crucial en el mapa político y militar de la península ibérica. Esta villa se convirtió en un punto estratégico en la pugna entre cristianos y musulmanes, un lugar donde se libraron batallas decisivas y se forjaron alianzas, y su historia está marcada por esa constante lucha de poder que definió el destino de sus habitantes.
La Iglesia Parroquial de San Esteban Protomártir, adosada al antiguo Convento Franciscano, se erige como un símbolo de esa dualidad histórica. Su fachada robusta y sus muros centenarios son testigos silenciosos de los altibajos que ha vivido la comunidad a lo largo de los siglos. Este lugar sagrado, con sus altares y capillas adornadas, ha sido un refugio de fe y esperanza para generaciones de fieles que han buscado consuelo y guía en sus paredes. La iglesia no solo es un espacio de culto, sino también un centro de la vida social y cultural del pueblo, donde se celebran festividades, bodas y otros eventos que mantienen viva la tradición. Al cruzar el umbral de sus puertas, uno puede sentir la espiritualidad que emana de cada rincón, una conexión palpable con aquellos que han orado y celebrado aquí a lo largo de los años. Hoy en día, sigue siendo el corazón espiritual de la comunidad, un faro que guía a sus habitantes en la búsqueda de un sentido más profundo en la vida.
Desde allí, el visitante puede dirigirse al Puente de los 16 ojos, una maravilla arquitectónica que no solo conecta las dos orillas del Duero, sino que también sirve como un puente entre el pasado y el presente de San Esteban de Gormaz. Durante la Reconquista, este puente era un enlace vital entre los territorios cristianos y musulmanes, marcando un cruce crucial en un momento de gran tensión y conflicto. La estructura del puente, con sus arcos majestuosos, ha resistido el paso del tiempo y las inclemencias del clima, y al caminar sobre sus piedras, uno puede sentir el peso de la historia en cada paso. Este recorrido evoca el eco de las batallas que resonaron en las cercanías, los gritos de los soldados, las decisiones estratégicas que cambiaron el rumbo de la historia, y las alianzas que se forjaron y se rompieron en un abrir y cerrar de ojos. Al contemplar el río Duero desde el puente, uno se siente parte de una narrativa más grande, donde cada corriente de agua lleva consigo historias de heroísmo y sacrificio.
La Plaza Mayor, con su forma cuadrada y edificaciones porticadas, es otro testimonio del esplendor de la villa. Este espacio no solo es un punto de encuentro, sino el corazón pulsante de San Esteban de Gormaz. Aquí, la Casa Consistorial se alza con orgullo, simbolizando la administración local y la historia política del pueblo. Las fachadas de los edificios que rodean la plaza son un reflejo de la riqueza arquitectónica que define la villa, con detalles que hablan de un tiempo de prosperidad y estabilidad. En la plaza, la vida cotidiana se desarrolla ante los ojos del visitante: niños que juegan, ancianos que charlan en los bancos, y comerciantes que venden sus productos frescos. Este vibrante escenario recuerda a quienes la contemplan que San Esteban de Gormaz no es solo un lugar, sino un legado vivo de siglos de historia. La plaza es un testimonio de la continuidad de la vida en esta localidad, donde el pasado se entrelaza con el presente en una danza incesante, recordándonos que cada piedra, cada edificio y cada rincón de la villa tiene una historia que contar.
Dominando el paisaje, en lo alto, se encuentra el Castillo de San Esteban de Gormaz, una fortaleza que ha sido testigo de los vaivenes de la Reconquista. Construido en el siglo X por los musulmanes para defenderse de los ataques cristianos, su forma alargada y estrecha es característica de las fortalezas islámicas. Sin embargo, este castillo cambió de manos numerosas veces durante los siglos X y XI, hasta que, finalmente, en el siglo XI, fue conquistado definitivamente por los cristianos bajo el reinado de García I de León. Desde sus murallas, los defensores vigilaban el puente sobre el Duero, controlando uno de los pasos más estratégicos de la región. Hoy, sus ruinas evocan las épicas batallas que una vez se libraron bajo su sombra, y el viento que sopla a través de sus piedras parece susurrar las leyendas de héroes olvidados.
Para aquellos que desean adentrarse aún más en la esencia de esta tierra, el Parque Temático del Románico es una parada obligatoria. A través de detalladas maquetas, este parque revela los secretos mejor guardados del arte románico de Castilla y León. Es un viaje en miniatura que permite al visitante apreciar la grandeza de este estilo arquitectónico, tan presente en la región y tan arraigado en su identidad cultural.
San Esteban de Gormaz no es solo un destino turístico, es un viaje en el tiempo. Un lugar donde cada rincón cuenta una historia, donde cada piedra ha sido testigo de siglos de vida, lucha y fe. Aquí, el visitante no solo observa, sino que se convierte en parte de un relato mucho más grande, un relato que comenzó hace miles de años y que sigue escribiéndose en las calles empedradas y en las murallas que rodean la villa.