Alcañices es un rincón de Zamora que destila historia y naturaleza en cada una de sus piedras. Ubicada a 60 kilómetros al noroeste de la ciudad de Zamora, esta pequeña localidad tiene un nombre que resuena con ecos árabes, ya que "Alcañices" significa "las iglesias", una reminiscencia de su pasado islámico. Este singular pueblo es la capital de la comarca del Aliste, una extensa región fronteriza con Portugal que, a lo largo de los siglos, ha servido como punto de encuentro entre culturas, costumbres y tradiciones. Alcañices no solo es un lugar de paso, es el último bastión de vida antes de cruzar la frontera portuguesa, y al pisar sus calles, uno siente la vibrante conexión entre dos mundos que aquí se han entrelazado durante siglos.
Al caminar por las serpenteantes calles de Alcañices, el viajero se ve transportado a una época donde la historia fluye en cada rincón. El origen de esta localidad se remonta a la época romana, como lo evidencian los vestigios arqueológicos de antiguas conducciones de agua que todavía pueden verse en algunas zonas. Restos de una vieja vía romana nos recuerdan que Alcañices fue, en tiempos remotos, un importante punto de conexión en el vasto Imperio Romano. Estas reliquias, que permanecen casi como guardianas del tiempo, nos invitan a imaginar las caravanas que un día transitaron por este lugar, llevando consigo noticias, riquezas y culturas de tierras lejanas. El viajero no puede evitar sentirse parte de esa historia al recorrer las calles y caminos que un día cruzaron los legionarios romanos.
El centro histórico de Alcañices conserva un inconfundible aire de antaño. Las casas tradicionales que se alinean a lo largo de sus calles son auténticos tesoros arquitectónicos. Algunas de ellas, que datan del siglo XVI, están construidas en piedra berroqueña, una roca fuerte y resistente, símbolo de la solidez y permanencia de este lugar a lo largo de los siglos. Los balcones de estas edificaciones, adornados con antiguos miradores de madera, ofrecen una vista pintoresca que evoca épocas pasadas, invitando al visitante a detenerse y reflexionar sobre las vidas que un día habitaron estos muros. Los balcones parecen contar, en susurros, historias de amores perdidos, secretos familiares y momentos de júbilo en tiempos remotos.
Uno de los momentos más mágicos de la visita a Alcañices es subir hasta la parte más alta de la villa. Desde este punto privilegiado, el visitante puede contemplar las ruinas del antiguo castillo, un testimonio imponente de la fortaleza defensiva que un día protegió a esta villa fronteriza. A lo largo del tiempo, el castillo ha sucumbido a los embates de la historia, pero algunos cubos del recinto amurallado aún se mantienen en pie, recordándonos la importancia estratégica de Alcañices. Entre estos vestigios, destaca la Torre del Reloj, un símbolo de la resistencia y persistencia de este lugar. Esta torre, que ha sobrevivido al paso de los siglos, es un faro silencioso que ha visto transcurrir la historia de Alcañices desde sus primeros días hasta el presente. Desde lo alto, las vistas panorámicas ofrecen una perspectiva única de la villa y de los campos que la rodean, una oportunidad perfecta para detenerse y reflexionar sobre el vasto legado de este pequeño pero significativo rincón de España.
Alcañices es un deleite visual para quienes aprecian la arquitectura histórica. Entre sus muchos tesoros, el antiguo Palacio de los Marqueses de Alcañices se alza como una joya del siglo XVII, un edificio de majestuosa presencia que ha sido testigo de las vidas de nobles y figuras importantes de la historia local. Hoy en día, el palacio ha sido reconvertido en una residencia para la tercera edad, pero su grandeza arquitectónica sigue siendo palpable. Las paredes del palacio, sus elegantes ventanales y su imponente fachada invitan a los visitantes a imaginar los días en que este lugar era un hervidero de actividad social, donde se celebraban banquetes y reuniones de la nobleza local.
Justo al lado del palacio, se encuentra la Iglesia de la Ascensión, una de las joyas religiosas de Alcañices. Esta iglesia, que comenzó a construirse en la época del románico, ha sufrido varias remodelaciones a lo largo de los siglos, lo que le confiere una apariencia ecléctica y única. La mezcla de estilos arquitectónicos —desde el románico hasta influencias góticas y renacentistas— convierte a este templo en un punto de visita obligada para los amantes del arte sacro. En el interior de la iglesia, el silencio reverbera entre las antiguas paredes, creando un ambiente de paz y reflexión.
No muy lejos de aquí, el Convento de San Francisco es otro de los grandes monumentos de la localidad. Este edificio, que data del siglo XVI, combina elementos del gótico tardío con toques renacentistas, lo que le otorga un carácter monumental y sereno. Aunque ha sido reedificado a lo largo del tiempo, su estructura original sigue manteniendo la esencia de los antiguos monasterios franciscanos. En la actualidad, el convento alberga la Oficina de Turismo, convirtiéndose en el primer lugar que los visitantes suelen conocer al llegar a Alcañices. La historia del convento y su rol en la vida de la comunidad religiosa local es un recordatorio de la profunda conexión espiritual de Alcañices con su pasado religioso.
Pero Alcañices no es solo un destino histórico, sino también un lugar donde la naturaleza se expresa con fuerza y belleza. Los alrededores de la localidad ofrecen múltiples oportunidades para disfrutar de paisajes que parecen sacados de una postal. Los montes que rodean la villa invitan a los visitantes a explorar senderos que ofrecen vistas impresionantes y un contacto íntimo con la naturaleza. En estos paseos, se pueden descubrir varias fuentes, caños y lavaderos que datan de tiempos antiguos. Estos elementos no solo son testimonios de la vida cotidiana de generaciones pasadas, sino que también añaden un toque bucólico y encantador al paisaje.
El ayuntamiento de Alcañices ha diseñado un recorrido turístico que guía a los visitantes por estas fuentes, revelando los secretos mejor guardados del pueblo. Desde las pequeñas y modestas fuentes de piedra, hasta los antiguos lavaderos donde las mujeres de la localidad se reunían para lavar la ropa y compartir historias, este recorrido ofrece una mirada íntima a la vida de los habitantes de Alcañices a lo largo de los siglos.
Alcañices no es simplemente un destino turístico, es una experiencia que deja una huella imborrable en el corazón de aquellos que se aventuran a descubrirla. Sus calles empedradas, sus majestuosas construcciones históricas y la tranquilidad de sus paisajes naturales crean un ambiente único, donde el tiempo parece detenerse y la historia cobra vida en cada esquina. Alcañices es una invitación a sumergirse en el pasado, a descubrir la esencia de un pueblo que ha resistido el paso de los siglos, y a conectarse con la belleza de lo auténtico. Aquí, en este rincón de la provincia de Zamora, cada visitante puede sentir el peso y la gloria de una historia que sigue viva, esperando ser descubierta y apreciada.