Villaralbo es una joya escondida en la Tierra del Vino, un pequeño pueblo que se extiende a lo largo de la fértil ribera del río Duero, a tan solo 3 kilómetros de Zamora. Aunque pueda parecer una localidad modesta, sus paisajes, su historia y sus tradiciones la convierten en un lugar lleno de encanto y riqueza cultural.
El río Duero es el alma que da vida a Villaralbo. Sus aguas no solo nutren la Vega del Duero, una vasta extensión de tierra fértil donde los cultivos de regadío como cereales, viñedos y hortalizas son fundamentales para la economía local, sino que también han moldeado el carácter de la localidad. A lo largo de los siglos, el río ha sido testigo del crecimiento de Villaralbo, alimentando sus campos y convirtiéndola en un centro agrícola destacado en la región. Caminar por las orillas del Duero es adentrarse en un paisaje natural inigualable, donde la tranquilidad se mezcla con la vitalidad de un entorno productivo.
Uno de los principales atractivos de Villaralbo es el histórico Puente de Piedra sobre el Duero, una construcción que, con su sobria elegancia, conecta la vida pasada y presente del pueblo. Desde aquí, los visitantes pueden admirar las vistas panorámicas del río y su entorno, un lugar ideal para detenerse, respirar profundo y sentir la paz que emana de las aguas del Duero.
Otra parada obligatoria es la Ermita de Nuestra Señora de la Vega, situada en las afueras de la localidad. Este pequeño santuario, rodeado de naturaleza, invita al recogimiento y a la reflexión. Su encanto radica en la sencillez de su construcción y en la serenidad que transmite su entorno. Cerca de la ermita, encontramos el Molino del Duero, un vestigio del pasado agrícola de Villaralbo. Este antiguo molino de agua, testigo de generaciones que dependían del río para su sustento, conserva la esencia de una época en la que la vida giraba en torno al trabajo en los campos y el río.
Para quienes disfrutan del senderismo, Villaralbo ofrece una experiencia única con la Ruta de Senderismo del Duero, un recorrido que invita a descubrir la esencia misma de la naturaleza ribereña a través de su frondosa vegetación, que en primavera se transforma en un tapiz verde brillante, y su diversidad de fauna que acompaña cada paso, desde el canto de los pájaros hasta el movimiento sutil de pequeños mamíferos entre los árboles. A medida que los senderistas avanzan por la ruta, la conexión con el entorno se vuelve más intensa, siendo posible percibir el suave susurro del río que acompaña el recorrido, y el aire fresco cargado de aromas naturales, creando una sensación de paz y libertad que sólo un entorno natural tan bien conservado puede ofrecer.
La iglesia parroquial de San Martín de Tours, que data del siglo XVI, es otro de los tesoros históricos de Villaralbo, una construcción imponente que se erige en el corazón del pueblo como símbolo de la rica herencia cultural y espiritual de la localidad. Su arquitectura de estilo gótico-renacentista se despliega majestuosa, con sus robustos muros de piedra que parecen hablar de siglos pasados y de la devoción inquebrantable de los habitantes. En su interior, el tiempo se detiene mientras los visitantes contemplan las diversas obras de arte religioso que adornan sus paredes, retablos esculpidos con delicadeza y figuras que han sido testigos silenciosos de generaciones de fieles que han pasado por allí buscando consuelo y esperanza.
Además, no podemos olvidar la Iglesia Parroquial de la Virgen de la Asunción, también del siglo XVI, un templo que destaca por su singular espadaña, una torre sencilla pero elegante, que se eleva como un guardián silencioso sobre la plaza, con dos pequeñas torrecillas que enmarcan su estructura y añaden un toque distintivo a su silueta. Este templo, aunque más discreto que otros en la provincia, irradia una sobria elegancia que refleja el carácter de la comunidad, y en su interior, las simples pero hermosas decoraciones invitan a la reflexión y la contemplación, en un espacio que ha sido un punto central de encuentro espiritual durante siglos.
El paso del tiempo también ha dejado su huella en las calles de Villaralbo, donde las casas de finales del siglo XIX cuentan una historia de transformación. Con sus fachadas de piedra, robustas y llenas de carácter, estas casas reflejan una época en la que el pueblo comenzó a industrializarse, marcando el comienzo de una nueva era. A lo largo de los años, Villaralbo se convirtió en un lugar de notable actividad industrial, con fábricas de telas y destilerías de alcohol que impulsaron la economía local y dieron trabajo a muchas familias. Aunque esas industrias ya no existen, la producción de estaño sigue activa, como un vestigio de aquella época dorada. Hoy en día, la localidad ha encontrado un equilibrio entre su pasado agrícola e industrial, y sus calles, llenas de historia, siguen siendo testigos del progreso y la resiliencia de sus habitantes.
La relación de Villaralbo con el Camino de Santiago es otro aspecto que enriquece su valor cultural. La Ruta Jacobea del Camino del Levante pasa por la localidad, ofreciendo a los peregrinos un lugar de descanso y reflexión en su viaje hacia Santiago de Compostela. Villaralbo se convierte así en un punto de encuentro para viajeros de todo el mundo, uniendo tradición, fe y cultura en un solo lugar.
A nivel turístico, Villaralbo ha sabido diversificarse, y en los últimos años ha visto crecer el turismo micológico, una actividad que atrae a aquellos interesados en la búsqueda de setas y hongos en sus montes. Las actividades multiaventura también han ganado popularidad, ofreciendo una dosis de adrenalina en un entorno natural incomparable.
Villaralbo es mucho más que un pequeño pueblo cercano a Zamora. Es una localidad donde la naturaleza, la historia y la tradición se unen para ofrecer al visitante una experiencia auténtica y enriquecedora. Desde los paisajes verdes de la Vega del Duero hasta sus monumentos históricos, Villaralbo es un lugar donde el tiempo parece detenerse, y donde cada rincón cuenta una historia llena de vida y emoción.